“Industriales: Trazas de la especulación posrevolucionaria”, una reconstrucción del mercado especulativo de la vivienda industrial que surgió durante la década de 1930 en la Ciudad de México.

 

A lo largo del siglo XX, la imagen de la Ciudad de México fue moldeada por extensas agrupaciones de edificios que obedecían a criterios urbanos correspondientes a distintos momentos de su historia. Estas construcciones fueron resultado de la inversión de recursos públicos y privados, tecnologías de época e iniciativas gubernamentales, por lo que en la indagación en sus orígenes, se encuentran pistas sobre la historia social, política y económica del contexto que los vio nacer. Vistos en conjunto, revelan el proceso urbano en curso y actúan como una «composición» que congelada en su propia temporalidad mediante documentos, fotografías aéreas e historia oral, narra los cambios en los valores y aspiraciones de la sociedad que los produjo.

 

Si como el historiador Spiro Kostof afirma, «cada edificio representa un artefacto social de impulso, energía y compromiso específicos, ese es su significado, y este significado reside en su forma física» entonces, los episodios que devinieron de la Revolución Mexicana se pueden hacer inteligibles a partir del conocimiento de qué se construyó y cómo, en una época que requirió esfuerzos de mentes que tuvieran nociones claras de proyecto de ciudad y que supieran ejecutarlas ágilmente. Así, en las décadas de los veinte y treinta la ciudad entró en una fase formativa; la industria fungió como principal promotor hacia la modernidad y detrás de ella, el promisorio crecimiento económico del país. Como lógica para el crecimiento del “Distrito Federal”, se establecieron en él once zonas industriales, cada una relacionada con una actividad productiva y se exigió la construcción de vivienda al lado de ellas. 

 

——–

 

INDUSTRIA 

El polvo mágico

The magic powder

 

Gran parte de los inversionistas vieron en los efectos de la Revolución una oportunidad para afianzar un modelo capitalista basado en el desarrollo industrial e inmobiliario. Plutarco Elías Calles declaró que el objetivo de su administración sería recaudar fondos económica y socialmente, y que invitaría a la cooperación de «capitalistas e industriales de buena voluntad». Sabiendo que México necesitaba capital extranjero para industrializarse, el gobierno abrió puertas a la inversión proveniente de otros países y promovió la empresa privada, facilitando así monopolios y casos de acumulación de capital que no se habían visto antes.

 

En esta lógica se insertó una clase privilegiada que gozaba del apoyo del gobierno, adquirió tierras a precios muy bajos y pactó con el gobierno contratos exclusivos para desarrollo de infraestructura y venta de propiedades “ociosas” para su supuesto uso futuro. 

 

Ante la falta de servicios urbanos básicos, los residentes de colonias subdesarrolladas como San Pedro de los Pinos y la ampliación de Tacubaya, reunieron esfuerzos para exigir al gobierno la construcción de líneas de agua, alumbrado público y pavimentación de asfalto,

«La situación después de tres décadas de urbanización dejó un balance desastroso: miles de viviendas sin servicios básicos mínimos rodean una ciudad dividida por funcionarios y especuladores inmobiliarios».

 

 

El cemento era un material idóneo para la época posrevolucionaria por apegarse a la lógica industrial de estos años y responder eficientemente al boom de la construcción de los 20. Sin embargo, su acogimiento y popularidad no fueron inmediatos. El Comité para propagar el uso de Cemento Portland fue creado en 1923 por varios frentes de la industria del cemento con el fin de promover el uso de este material. Federico  Sánchez Fogarty, funcionario de la cementera Tolteca fue un actor esencial en darle un valor de culto al cemento mediante dos publicaciones lanzadas entre 1929 y 1932: “Cemento” y “Tolteca”. “Cemento”, con una circulación mensual de 12.000 ejemplares entregados en todo el país, proporcionó los medios para que tanto los no especialistas como los profesionales de la construcción se familiarizaran con sus productos y los absorbieran como símbolos culturales. 

 

Las publicaciones destacaban por sus portadas diseñadas por el artista Jorge González Camarena. En ellas se promocionaron concursos de arte y diseño con premios otorgados a proyectos que ofrecían los mejores usos comerciales de los mismos. Algunos participantes de estas convocatorias fueron los artistas Juan O’ Gorman, Rufino Tamayo, y Carlos Tejada y fotógrafos como Manuel Álvarez Bravo, Lola Álvarez Bravo y Agustín Jiménez. En la estación de ferrocarril infantil del Parque Chapultepec, una pancarta declaraba que «esta estación durará muchos siglos porque el hormigón está hecho de cemento. Cuando seas grande, harás tus palacios de hormigón».

 

——–

 

PLANIFICACION

La Ciudad como dibujo

The city as a drawing

 

El número de arquitectos jóvenes que a través de cuestionar su formación clásica buscaron una nueva relevancia en su trabajo creciendo más y más; audaces arquitectos emergentes crearon la ciudad revolucionaria, hombro con hombro con los planificadores.

 

Esta comunidad creó la Asociación Nacional de Planificación de la República en 1927 y editó su revisión, Planificación, con el fin de crear un comité del Plan Regional de la Ciudad de México y sus alrededores, para racionalizar la formulación de políticas urbanas. Representados por la gran industria, propietarios, ministros federales, banqueros, arquitectos e ingenieros, pudieron implementar políticas que resultaron lucrativas para sus propias inversiones inmobiliarias, donde la prioridad fue abordar el problema de la vivienda, ya que «al menos el 60% de la población vivía en condiciones miserables e insalubres, y que los alrededores de la ciudad eran subdivisiones y colonias invadidas que representaban una vergüenza para el país».

 

Según Carlos Contreras, la capital era una ciudad “de parches” y su proceso de modernización, como el del resto del país, necesitaba diseñarse. El programa bajo el título “La Planificación de la República Mexicana” estableció las pautas tanto para la nueva disciplina del urbanismo como para el futuro de las ciudades.

 

El se estructura de acuerdo a los problemas o cuestiones prioritarias a enfrentar en ese momento:

 

– Preservación del Centro Histórico

– Descongestionamiento del tránsito

– Problemática del transporte

– Control del crecimiento de la ciudad

– Procuración del abasto agrícola

– Protección de la reserva ecológica

– Ordenamiento urbano de las industrias

 

En lo que respectaba al transporte y descongestionamiento vial, la estrategia general sobsitió en generar un Sistema Coordinado de Transporte del Distrito Federal, que comprendería autobuses, aeropuertos y sus respectivas terminales.

 

En cuanto a la vivienda en el Plan se habla de la “creación de nuevos barrios residenciales”, diferenciados de tal manera que enfatizaban la segregación espacial de la ciudad.

 

——–

 

ARQUITECTURA

Una nueva arquitectura para la era de la máquina

A new architecture for the machine age

 

El reconocimiento de los cambios sociales y tecnológicos debidos a la revolución industrial inherente al funcionalismo fue significativo. El funcionalismo, implicó una nueva concepción de la construcción que correspondía a la nueva tecnología de la época, la economía, el programa y se basaba en las realidades locales. En México, las proclamaciones y exhortaciones funcionalistas encontraron una amplia audiencia para enfrentar el desafío de la recuperación de la devastación de la guerra. O´Gorman, Aburto y Legarreta adoptaron con entusiasmo Le Corbusier´s credo de «la casa, una máquina para vivir» que ofrece una nueva forma de percibir, definir y ejecutar la arquitectura para el desarrollo capitalista, donde la promoción de nuevos materiales es otro elemento significativo. Materiales como el hormigón, el hierro, el acero y el vidrio habían estado en uso durante muchos años, pero la era moderna introdujo el hormigón armado con acero, desarrollando así un verdadero uso estructural para ambos. La arquitectura en este período se ha convertido en suma, no sólo en una actividad artística o constructiva. Se había expandido para convertirse también en una actividad moral e ideológica.

 

En 1932, el arquitecto Carlos Obregón Santacilia, por medio de su empresa “Muestrario de la Construcción Moderna”, abrió un concurso dirigido a arquitectos e ingenieros del Distrito Federal para el proyecto y construcción de la casa obrera mínima, prototipo de costo bajo que “en una planta de 54 m2“ satisficiera las necesidades de habitar de las familias en cuestión. Contrario a la indiferencia que solía haber desde el mercado inmobiliario hacia la clase proletaria, el concurso planteaba analizar las condiciones de vivienda de la población asalariada de la época proponer mejoras que dignificaran los espacios domésticos de estos usuarios y renovaran su calidad de vida. 

 

El primer lugar del concurso lo ganó Juan Legarreta y Justino Fernández, el segundo lugar le correspondió a Enrique Yánez y el tercero a Augusto Pérez Palacios y Carlos Tarditti. Juan O’Gorman obtuvo una mención al presentar un proyecto para un multifamiliar en vez de una casa,

 

En  septiembre de 1933 se termina la construcción de los primeros conjuntos habitacionales que se desarrollan a partir de la propuesta ganadora en los predios colonia Balbuena. Estos consistieron en 108 viviendas agrupadas en cuatro manzanas, al centro del proyecto se ubicaba un jardín: el «Jardín Obrero».

 

Se definieron tres tipos de vivienda, que iban de los 44 a los 66 metros cuadrados. La más pequeña era de un sólo nivel y las grandes de dos y estaban equipadas con un espacio para taller o local comercial.

 

Los interiores del proyecto estaban pensados en función del ama de casa quien es la que pertenece mayor tiempo en el hogar. Esto explica que desde su ‘área de trabajo’ –cocina-comedor y azotehuela– tenía control al acceso de la vivienda. Esta zona junto con la estancia, se encontraba próxima a la terraza donde los hijos podían recibir a las visitas.  El baño además era de uso múltiple, permitiendo tener acceso al inodoro y al lavabo-regadera de manera independiente.

 

Ante el éxito de la propuesta, el gobierno le encargó de nuevo a Legarreta el diseño de 208 casas para obreros en la colonia Plutarco Elías Calles, en terrenos de la antigua hacienda de San Jacinto. Legarreta enriqueció este conjunto incluyendo elementos de las propuestas de algunos de los otros arquitectos que habían participado en el concurso buscando así una mayor diversidad de soluciones.

Industriales