“¿Todo proyecto de diseño se origina en el diseño de preguntas?” (◼◼◼◼◼◼◼◼◼, 2017)
El espectáculo cotidiano ha mitigado poco a poco el poder de la imaginación. El bombardeo de mensajes distractores, controlado por las estructuras económicas y sociales dominantes ha reducido tanto la capacidad de introspección como la de vinculación colectiva y nos ha llevado a un estado de indeterminación. Inmersos en esta monotonía normativizada, el abstraerse y fantasear para actuar desde la autonomía o desde el pensamiento genuinamente propio es un reto cada vez mayor y esto ha traído como consecuencia una falta de posturas insurgentes y de espíritus creativos. En esencia, se perdió la actividad metafísica y aún así, todo aparenta funcionar y amenaza con perdurar. ¿En dónde se puede incubar una resistencia a esta condición?
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Sería esencial pensar al humano como una máquina en sí misma, que está en constante interrelación con otras máquinas activadoras y activables, capaces de transformar y afectar su medio. Descartes al plantear el problema del dualismo mente-cuerpo, consideraba al ente humano y sus funciones como una máquina que es energizada no por un “ánima inmaterial”, sino por el mundo externo que actúa sobre ella. Si ese contexto externo contemporáneo hipermecanizado no invita a reaccionar, entonces hace falta algo que lo sacuda y lo desestabilice. Es decir, esta ecología de máquinas interdependientes obliga hoy en día a la generación de entornos que alteren sus propias forma de operar para lograr que quienes los habitan, abran portales a una imaginación radical.
Imachina es una instalación que amplifica el espectro de lo sensible para generar experiencias estimulantes y provocar nuevos estados de conciencia. Esta metamáquina –máquina que activa a otra máquina– opera a partir de una serie de artefactos que coordinados entre sí, expulsan catalizadores que actúan sobre los sistemas endócrino y neurológico. En conjunto, estos elementos construyen materia dentro del vacío de la galería: una nube gigante de humo que al densificarse y expandirse en distintos intervalos, disuelve la profundidad del campo visual y juega con la opacidad y la definición de los objetos cercanos; un haz de luz que baña el espacio y cuya onda de longitud tiene efectos somníferos; una serie de cascadas de vapor cargadas de aceites herbales con propiedades tranquilizantes que inducen el sueño, audios hipnóticos que producen paisajes sonoros sobrecogedores; y una superficie ondulada y esponjosa que invita a palparla con los pies, recostarse, reclinarse y perderse entre la sobreposición de experiencias ambientales, para así encontrarse con uno mismo.
Imachina marca una transición dramática con el contexto urbano colindante e inmediato. Previo a la entrada a la galería, se encuentran unos audífonos y un micrófono que sirven como preludio de la experiencia y como una forma de interactuar con quienes ya hayan estado o estarán en Imachina (en ella se almacenan testimonios). Los artefactos se encuentran dispuestos en una rejilla centralizada suspendida por debajo de la trabe central, estos materiales existen comercialmente y no son alterados. La propuesta sugiere que se hay en el mercado objetos subutilizados que ya tienen valor por sí solos y que no vale la pena modificar, sino acercarse a ellos y entenderlos a fondo. Imachina se integra armónicamente a la galería y no la interrumpe sino que genera nuevas condiciones en ella. Al final, la máquina que la habita encuentra en la desorientación, una vía para imaginar y reorientarse.
iMachina
* Ponencia
+ Adrían Ramírez Siller, Roberto Michelsen Engell
¤ Concurso LIGA
¬ Museo Rufino Tamayo
^ Máquinas imaginates
∞ mayo 2019