«La Bestia» es un término coloquial que se refiere a los trenes de carga utilizados por migrantes provenientes de Centroamérica en su intento por llegar a los Estados Unidos a través de México. Para comprender su historia, es esencial adentrarse en dos eventos que surgieron simultáneamente: Por un lado, un éxodo masivo de centroamericanos que huían de los crecientes conflictos internos en sus lugares de origen los llevó hacia el norte en busca de refugio o asilo. Por otro lado, el sistema ferroviario de México, previamente fragmentado, resurgió como un corredor de carga desde la frontera sur del país hacia el norte. Estas dos realidades se entrelazaron, llevando a que estas poblaciones vieran en el sistema ferroviario una vía potencial para su anhelado viaje hacia la frontera México-Estados Unidos. El nombre «La Bestia» surge como testimonio de los años de ocupación informal de estas infraestructuras destinadas al transporte de mercancías, con personas viajando de manera precaria en vagones no diseñados para pasajeros, poniendo sus vidas en riesgo. Quienes conocen el impacto del tren en miles de inmigrantes lo consideran una fuerza poderosa pero amenazante.

Estas observaciones fueron la base de un proyecto de investigación realizado dentro del programa de maestría «Prácticas Críticas Conceptuales y Curatoriales en Arquitectura» de la Universidad de Columbia en Nueva York y que derivó en una tesis, una serie de exposiciones y un seminario.

Al examinar los mapas de las rutas de La Bestia, descubrí que desde el principio, las poblaciones en movimiento se centraron en tres rutas principales. Esto se debió, en parte, a que estos caminos ofrecían una conexión directa con la frontera norte y también a la falta de vigilancia en su entorno, lo que permitía a los migrantes viajar de manera más discreta por el país. Estos dos factores son fundamentales para entender qué atrae y sostiene las redes de La Bestia.

Además, al superponer las rutas de La Bestia con el sistema comercial entre Estados Unidos y México, se reveló una interesante coincidencia. La Bestia se había integrado prácticamente en el sistema comercial entre ambos países. Más de dos tercios del sistema ferroviario mexicano eran utilizados en algún momento por inmigrantes centroamericanos para desplazarse. Esta infraestructura comercial alojaban tanto bienes que eventualmente se convertían en capital como a individuos que se convertían en mano de obra una vez que cruzaban la frontera.

Sin embargo, las rutas que seguían los migrantes no eran tan uniformes como las rutas comerciales. Debido a que debían bajarse del tren al menos 15 veces durante su viaje, ya sea para cambiar de tren o para realizar otras paradas, su experiencia no se limitaba exclusivamente al tren. De hecho, su viaje era fragmentado y su longitud variaba al azar.

Como resultado, su ruta se dividía entre el tiempo que pasaban en el tren y los momentos en los que estaban fuera de él. Durante estos descansos, los migrantes deambulaban por las tierras cercanas a las vías. En ocasiones, abandonaban deliberadamente el tren en busca de recursos, mientras que en otras se veían obligados a hacerlo, esperando el próximo tren.

Estos hallazgos sugieren que mientras los cuerpos de los migrantes recorrían México de manera anónima, ocupando espacios de comercio, nuevos territorios debían surgir más allá de los trenes. Estas ideas sirvieron como base para mi proyecto de tesis de maestría, en donde proponía que cada parada que hacían los trenes que formaban parte de La Bestia desencadenaba una nueva dinámica en los poblados cercanos, y que estas nuevas fuerzas eventualmente se traducirían en nuevas arquitecturas y paisajes en constante transformación.

Con esta hipótesis en mente, mi objetivo era traducir la transición de los territorios tal como se conocían previamente a su transformación por La Bestia en una representación que pudiera arrojar luz sobre el fenómeno y todo lo que implicaba. El desafío principal residía en descifrar estas reflexiones en un lenguaje que permitiera a una audiencia general involucrarse y comprender un conocimiento que no podía abordarse de manera puramente objetiva, como a menudo se pretende, sino que requería un cierto nivel de sensibilidad y comprensión de un contexto más amplio.

En el otoño de 2015, inicié una investigación que se centró en las paradas a lo largo de la red ferroviaria que posteriormente se convertirían en los puntos de apoyo para un viaje que emprendería por las rutas de los migrantes. Además, decidí adentrarme en la ecología del tren, con el fin de comprender los motivos que llevaban a los migrantes a realizar paradas en estas estaciones, ya sea de forma intencional o como una necesidad impuesta.

Este contexto histórico reveló que a finales de la década de 1990, diversas empresas mexicanas y estadounidenses dedicadas al transporte de carga obtuvieron concesiones gubernamentales para operar en los ferrocarriles mexicanos. Esto marcó un hito en la infraestructura ferroviaria, la cual tenía el potencial de conectar el país de sur a norte. Este desarrollo fue un resultado directo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, cuyo enfoque en la privatización buscaba revitalizar la infraestructura comercial y unificar económicamente a México, Estados Unidos y Canadá como un solo bloque. Las ciudades más económicamente poderosas del país, generalmente cercanas a zonas industriales, quedaron conectadas de manera integral a lo largo de esta red ferroviaria una vez fragmentada. Dado que Estados Unidos es el socio comercial más significativo de México, el sistema ferroviario mexicano pasó a ser casi bilateral, conectando puntos de A a B en lugar de una red de múltiples ramificaciones.

En septiembre de 2012, durante una reunión de la Cámara de Comercio México-Estados Unidos en Washington DC, Alan Bersin, ex Comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza, afirmó: «La frontera guatemalteca con Chiapas es ahora nuestra frontera sur». Dos años después, una estimación de 70,000 niños centroamericanos viajando solos atrajo la atención de la administración de Barack Obama, quien instó al Congreso a ofrecer una respuesta efectiva a estas apremiantes necesidades.

En respuesta a esta declaración, el gobierno mexicano lanzó el Plan Frontera Sur, supuestamente diseñado para proteger los derechos humanos de los migrantes. Sin embargo, en la práctica, este plan sirvió como una excusa para implementar medidas de control que modificaron la dinámica en torno a los patrones de movimiento, lo que resultó en una disminución en el número de migrantes que optaban por viajar en el tren. Mi investigación se enmarcó en parte alrededor de este protocolo, lo que me permitió anticipar algunos de los resultados de esta transformación que posteriormente experimentaría en el terreno.

Al analizar las diversas ciudades donde el tren realizaba paradas, me percaté de que se estaban produciendo distintas transformaciones espaciales, todas ellas relacionadas con el flujo de personas a través de las fronteras y que involucraban a los gobiernos de México y Estados Unidos. Con esto en mente, establecí una serie de lugares que deseaba explorar durante mi trabajo de campo.

A finales del año, decidí reducir mi ruta de exploración al segmento que se extiende desde la frontera con Guatemala hasta la Ciudad de México. Esta elección se basó en informes de los medios y datos del Instituto Nacional de Migración que indicaban que estos estados albergaban la mayor concentración de migrantes. Más allá de la Ciudad de México, los migrantes tienden a dispersarse hacia diversas áreas en lugar de seguir una ruta común.

En enero de 2015, volé a Villahermosa, Tabasco, y luego tomé un autobús a Tenosique, que marcó el inicio de mi viaje. Durante los siguientes 13 días, visité una serie de pueblos, incluyendo Palenque, Tapachula, Ciudad Hidalgo, Huixtla, Arriaga, Juchitan, Ixtepec, Tierra Blanca, Córdoba y La Patrona. La parada de Medias Aguas, originalmente planificada entre Ixtepec y Tierra Blanca, tuvo que ser excluida debido a su alto riesgo de seguridad.

En cada una de estas ciudades, recorrí refugios, hospitales, hogares locales, estaciones de tren, mercados, oficinas de entidades gubernamentales y otros lugares específicos relacionados con las circunstancias de cada ubicación. Durante mi viaje, un amigo cercano de la escuela secundaria, quien en ese momento estaba trabajando en un ensayo fotográfico sobre la fauna en la selva de Chiapas, decidió unirse a mí. Este proyecto le brindó la oportunidad de adentrarse en un campo de fotografía en el que tenía poca experiencia, particularmente retratos y paisajes urbanos, y a la vez, conocer más sobre La Bestia.

Nuestra manera de explorar cada ciudad estuvo en sintonía con los movimientos de los migrantes, y nuestro plan de viaje se adaptaba a medida que avanzaban los días. Manteníamos una actitud abierta para descubrir todo lo que pudiéramos y acumular una amplia base de datos territorial. Durante dos semanas, grabamos nueve pistas de audio de trenes en movimiento y realizamos siete entrevistas de audio con personas que trabajaban en organizaciones humanitarias y entidades gubernamentales. Además, filmamos entrevistas en video con nueve migrantes diferentes, conocidos a lo largo del viaje y en ubicaciones específicas. Registramos y transcribimos conversaciones más informales, además de capturar videos de diversas situaciones que llamaron nuestra atención o que habíamos planeado documentar, como actividades de migrantes y personal en refugios, así como el cruce de la frontera oficial entre México y Guatemala, entre otros eventos.

En conjunto, recopilamos folletos y literatura distribuida a los migrantes a lo largo del recorrido, además de tomar más de mil fotografías relacionadas con La Bestia y el fenómeno migratorio.

El hecho de permanecer en cada parada durante varios días nos permitió identificar seis condiciones que prevalecían a lo largo de la ruta y que variaban en prominencia de una ubicación a otra. Estas condiciones existían físicamente, como elementos arquitectónicos, y estaban influenciadas por tratados y protocolos, pero también estaban moldeadas por la presencia de cinco actores que, intencionalmente o no, permitían su existencia y persistencia. Estas particularidades resultaron sorprendentemente similares a las que se encuentran en las zonas fronterizas.

Unas semanas después de finalizar el viaje, la propuesta definitiva de esta tesis se aclaró: en colaboración con los Estados Unidos, México transformó su frontera oficial con Centroamérica en una frontera vertical distribuida. Esto implicaba que se experimentan las características típicas de una frontera a lo largo de todo el país, especialmente alrededor de las rutas que utilizan los migrantes para desplazarse. Esta idea desafiaba la concepción tradicional de una frontera; cuando pensamos en la frontera entre México y los Estados Unidos, solemos imaginar una línea definida que divide dos países de manera horizontal.

El objetivo final del proyecto era demostrar cómo estas condiciones, cuando se manifiestan espacialmente, contribuyen a crear y mantener una frontera vertical y compleja. Para comunicar esto, buscaba crear un documento de fácil acceso, casi de carácter propagandístico. Dado que todo estaba conectado mediante referencias geográficas, pensé en un atlas, y considerando que las condiciones se manifiestan en varios objetos arquitectónicos de distintas escalas, se me ocurrió la idea de un catálogo. Al explorar formas de combinar ambos formatos, llegué a la conclusión de que una guía de navegación sería la salida perfecta para el proyecto. Sin embargo, mi enfoque en la navegación iba más allá de un simple viaje de ocio o placer; tenía que ver con la planificación cuidadosa y una visión profunda.

El proyecto finalmente se materializó en una guía de navegación estructurada en seis secciones, cada una representada por una parada específica que ejemplifica una de las seis categorías conceptuales que identifiqué. Cada uno de estos capítulos analíticos incluye una serie de mapas, que van desde una escala amplia hasta ubicaciones detalladas. Estos mapas se rediseñaron no en base a datos, sino en función de mi experiencia personal en movimiento; trazarlos fue como recorrer nuevamente los territorios estudiados y volver a comprender cómo se avanza en cada ciudad mientras se avanza hacia el norte.

Los textos proporcionan descripciones detalladas de cómo llegar a cada punto, qué sucede durante cada transición, observaciones generales sobre el paisaje y el funcionamiento de la ciudad, así como descripciones específicas de los lugares elegidos para ilustrar cada condición que estoy abordando. Cada condición se desarrolla tanto teóricamente como empíricamente, basándose en las entrevistas que realicé y la información disponible de las agencias de medios. Estas descripciones se acompañan de dibujos destinados a representar, en términos espaciales, los objetos arquitectónicos a través de los cuales se manifiestan las condiciones identificadas.

La guía de navegación, como herramienta conceptual, no solo tiene como objetivo hacer que el fenómeno de la frontera vertical distribuida sea comprensible para una audiencia general, sino también despertar la sensibilidad en torno a un problema que va más allá de meras estadísticas. En mi opinión, un fenómeno de esta naturaleza, con sus implicaciones políticas, económicas y sociales, constituye una plataforma ideal para fomentar la reflexión sobre el espacio, las personas y el territorio.

La frontera vertical distribuida

*  Investigación de posgrado
+  Mark Wasiuta (asesor)
¤  Critical, Conceptual and Curatorial Practices in Architecture
¬  México, Guatemala, Estados Unidos
^  Universidad de Columbia de Nueva York
∞  2016

Página del programa con proyecto