¿Será posible interpretarnos a partir de los vestigios que dejamos en nuestro día a día? En “Pasajes de Passaic”, el artista estadounidense Robert Smithson identificó en una serie de escenarios industriales de Nueva Jersey ‘edificios que se levantan en ruinas antes de serlo’. La crónica fotográfica, llamaba a cada uno de estos hallazgos ‘monumentos’, tal como aquellos que estudia la arqueología, pero en este caso, ubicándolos en el presente inmediato; como si fueran evidencia de una historia contingente. Medio siglo después, en contextos mucho más industrializados y decadentes, miramos a nuestro alrededor y encontramos plástico, rascamos el suelo buscando reliquias y desenterramos más plástico, para nuestra sorpresa, quizás haya plástico que ha poblado nuestro cuerpo antes de que conociéramos al mundo.

Las obras presentadas aquí son producto del acto de observar, registrar e interpretar ese entorno actual. Bajo impulsos arqueológicos, Antonio de la Rosa, Christian Becerra, Edgar Solórzano, Helena Garza, Ismael Sentíes, Joaquín Seguí, Lucía Oceguera y Rolando Jacob usan la plástica para poner en relieve la cotidianeidad que nos rodea. Así pues, Plástico Arqueológico vol. IV muestra un paisaje de formas evocativas: el punto enfrentado a la superficie, la línea que se multiplica sistemáticamente en apuntes cromáticos, pero también el trazo grueso, desenfrenado y de colores vibrantes; marcas que se pueden convertir en figuras, y planos que se levantan y adquieren profundidad para expresarse como volúmenes arquitectónicos. Algunos de éstos se diluyen con otras texturas, otros se yuxtaponen entre sí, y en el encuentro entre múltiples geometrías, dan forma a algo nuevo; se desprenden de los soportes y generan relieves entre los cuales se aprecian capas, se leen llenos y vacíos.

Fotografía de Christian Becerra

Fotografía de Christian Becerra

Fotografía de Christian Becerra

Fotografía de Christian Becerra

Fotografía de Christian Becerra

Fotografía de Christian Becerra

Fotografía de Christian Becerra

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Las posiciones estéticas que conforman esta puesta en escena son heterogéneas. Algunas se originan en lo más abstracto, en lo mnemótico y lo onírico; otras exploran imágenes familiares que habitan en la cultura popular y el imaginario consumista; y otras se apoyan de lenguajes absorbidos en el día a día como la estadística, la infografía o los documentos simbólicos. Quizás lo que articula la propuesta de estxs artistas emergentes y lxs que han participado en ediciones anteriores —cuya práctica no rebasa los 10 años—, es lo que sucede más allá del cubo blanco. La camaradería que se ha tejido en encuentros casuales en una azotea y que los ha llamado a la organización colectiva y autogestiva; esa que lxs ha impulsado a poner en marcha plataformas de representación itinerantes, modelos plásticos, en constante crecimiento que se adaptan fácil y rápidamente a la oportunidad que se atraviesa en su trayecto.