A lo largo del siglo pasado, el panorama de consumo experimentó transformaciones significativas que orillaron a establecimientos comerciales de todas las categorías a replantear constantemente su organización espacial. En décadas más recientes, surgieron diversos tipos de arquitectura diseñados para satisfacer las expectativas de un público inmerso en la cultura consumista global. Consecuentemente, este público se volvió cada vez más consciente de los significados simbólicos asociados no solo a los productos que adquieren, sino también a los lugares donde su experiencia de consumo cobra sentido, los cuales les proporcionan un sentimiento de identificación con un estilo de vida particular.
El surgimiento de los grandes almacenes en México a finales del siglo XIX representó un hito en los modelos de concentración de productos comerciales y circulación de mercancías en el país. Durante el imperio de Maximiliano de Habsburgo llegaron poblaciones europeas con interés en multiplicar su capital a través de grandes inversiones. Un grupo del Barcelonette, pueblo migrante proveniente de los Alpes franceses, aprovechó la apertura que existía hacia nuevas formas de intercambio comercial en la época para crear El Centro Mercantil. La tienda departamental fue inaugurada el 2 de septiembre de 1889 con la presencia del presidente Porfirio Díaz en un evento de alto impacto mediático que se describe en una crónica de época con las siguientes palabras: “las familias más distinguidas y respetables de la buena sociedad se dieron cita en aquel local y a las 5:30 de la tarde una muchedumbre compacta invadía todos los departamentos en que está dividido el gran establecimiento comercial”.11 Lozada León, Guadalupe. «¿Cuál Fue La Primera Tienda Departamental En México?». 2021. Relatos E Historias En México. https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/cual-fue-la-primera-tienda-departamental-en-mexico.
Este almacén ofrecía a sus clientes una amplia variedad de productos y permitía a profesionistas alquilar parcelas para ofrecer sus servicios. La arquitectura del edificio era parte fundamental de la idea de lujo y estatus que transmitía el Gran Centro Mercantil. Proyectado por los ingenieros Daniel Garza y Gonzalo Garita, el complejo quedaba circunscrito a la tradición ecléctica, característica de la época. Destacaba por un lado, su fachada neogriega conformada por columnas tanto estriadas como lisas, y una serie esculturas de bronce y zinc que soportaban las cornisas voladas de cada nivel; por el otro, su espacioso vestíbulo central circundado por ornamentos afrancesados y equipado con un elevador en jaula de hierro. Este tiene como remate un gran vitral ubicado en el plafón, atribuido a Jacques Gruber de la Escuela de Nancy. Dos años después, se levantó en las cercanías un edificio de hierro, acero y piedra tallada que, al igual que el Centro Mercantil, se inspiraba en estilos europeos, en este caso haciendo alusión al Bon Marché de París, y contemplaba técnicas constructivas innovadoras. Fundado por J. Tron y Cía, un consorcio también proveniente del Barcelonette, El Palacio de Hierro ofrecía mercancías internacionales en aparadores lujosos y llamativos.
El Centro Mercantil dejó de funcionar en 1966. Tras su abandono, fue recuperado y se acondicionó a lo que hoy se conoce como el Gran Hotel de la Ciudad de México, ubicado en la calle 16 de septiembre. Unos años antes las formas y medios de consumo ya habían cambiado radicalmente; el público ya no sólo pretendía adquirir mercancías para después marcharse, ahora buscaba resguardarse en sitios de esparcimiento comercial que se prestaran a la socialización y el ocio por lo que el Centro Mercantil fue cayendo en la obsolescencia. Los productores se adaptaron paulatinamente a nuevas preferencias de sus potenciales clientes, en un contexto en donde el consumo era “cada vez menos funcional y cada vez más estético”.22 Lash, Scott, and John Urry. 1998. Economías De Signos Y Espacios. Buenos Aires: Amorrortu Editores. En la década de los 50, apareció en Minnesota, Estados Unidos, un inmueble que concentraba distintos locales comerciales junto con actividades de ocio y entretenimiento, bajo esta modalidad, fue calificado como el primer centro comercial moderno.33 Gasca-Zamora, José. 2017. «Centros Comerciales De La Ciudad De México: El Ascenso De Los Negocios Inmobiliarios Orientados Al Consumo». EURE (Santiago) 43 (130): 73-96. doi:10.4067/s0250-71612017000300073.
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Para aquel entonces, la arquitectura mexicana se enfrentaba a un abstraccionismo influenciado por tendencias internacionales. La doctrina de “Menos es más” de Ludwig Mies Van der Rohe había regido el diseño de múltiples edificios y los preceptos del movimiento moderno habían sido completamente asimilados en el entorno construido de las grandes ciudades. Construcciones como el Condominio Reforma de Mario Pani, el edificio en Río Tigris 133 de Ricardo de Robina y Jaime Ortiz Monasterio, el edificio en Mérida 5 de Augusto H. Álvarez y el edificio comercial y de oficinas en Niza y Londres de Juan Sordo Madaleno y Jaime Ortiz Monasterio, consistían en volúmenes acristalados soportados por retículas de materiales industriales que mostraban las cualidades funcionales y plásticas del vidrio.
Dos de los arquitectos que se alinearon con esta vertiente fueron Ramón Torres y Héctor Velázquez.44 Héctor Velázquez Moreno (1922 – 2006) y Ramón Torres Martínez (1924 – 2008) formaron Torres y Velázquez Arquitectos y Asociados en 1954, trabajando en sociedad por más de cuatro décadas. Pese a su prolífica trayectoria, sus propuestas vanguardistas y aún habiendo sido estudiado por académicos importantes como Louise Noelle, este dúo no ha recibido la atención que otros arquitectos de su época tienen hoy en día por lo que se podría decir que existe una deuda historiográfica hacia con ellos. Motivados por lo innovador que podría resultar en México un centro comercial como los que se estaban levantando en otras latitudes, estos arquitectos emprendieron una búsqueda hacia una zona que fuera idónea para emplazar este tipo de inmuebles; un polígono que concentrara una población local con alto poder adquisitivo pero que también atrajera a consumidores fuera de sus límites. La Zona Rosa,55 Existen varias teorías sobre el origen del nombre de la colonia. Una de las más sonadas menciona que el pintor mexicano José Luis Cuevas la describió así porque era roja durante la noche, y blanca durante el día. Por otro lado, se menciona que el artista Vicente Leñero la había bautizado así porque porque era “demasiado tímida para ser roja y demasiado atrevida para ser blanca”. Otras fuentes sostienen que el nombre proviene de “La Región más Transparente” de Carlos Fuentes, en donde el autor menciona que los edificios de la colonia estaban pintados de color rosa. Finalmente, hay versiones que dicen que el nombre fue una manera de suavizar el término “zona roja” con el que era conocida inicialmente. ubicada en la colonia Juárez, en las cercanías del Centro Histórico de la Ciudad de México, dentro de la delegación Cuauhtémoc, tenía una gran proyección pública por ser el sitio de moda en el momento. Este barrio cosmopolita contaba con cerca de tres millones de habitantes66 Strukelj, Pedro. “Fachada y variación formal. Análisis de la obra de Ramón Torres y Héctor Velázquez”. Bitácora, no. 14, 2005, p. 60 y era frecuentemente visitado por turistas curiosos y por artistas e intelectuales que desfilaban por las calles con prendas llamativas que transgedían las convenciones sociales tal como lo describe el dramaturgo, ensayista, y poeta José Joaquín Blanco:
“Era uno de los escasos sitios donde cualquiera se permitía andar, impunemente, vestido de hippie, o con ultra-minifalda y hot pants, o con atildada melena Beatle y pantalones ajustados, acinturados, destacando las nalgas y el paquete, y de colores extravagantes, lo que provocaba insultos, golpes y aun detención policiaca en el resto de la ciudad.”77 Blanco, José Joaquín. 2005. Postales Trucadas. México, D.F.: Nexos Sociedad Ciencia y Literatura.
Esta afluencia se debía a una intensa actividad comercial que ocurría entre sus boutiques de prendas de diseñador, tiendas de antigüedades, hoteles, cafés al aire libre, bares, restaurantes y centros nocturnos
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Agustín Barrios Gómez, cronista de sociales del diario Novedades escribía en su columna “Ensalada Popoff” que en la Zona Rosa “… se confunden propios y extraños, jipis y gentlemen, chicas de cabellos largos y vestimenta estrafalaria, con elegantes damas cubiertas de joyas y costosos vestidos. Los hombres de bombín o sombrero de paja cruzan por la calle codeándose con una muchedumbre gris”.88 Villasana, Carlos Gómez, Ruth. “Antes de que hubiera centros comerciales”. El Universal, septiembre 2 2017. Algunos expertos en la zona sugieren que por su aire bohemio y efervescencia cultural, la colonia quería ser lo que era el Village en Nueva York, la Via Veneto en Roma y la Rive Gauche en París.99 Campos, Marco Antonio. «La Zona Rosa En Los Años Cincuenta Y Sesenta – Detalle De Estéticas Y Grupos – Enciclopedia De La Literatura En México – FLM – CONACULTA». 2018. http://www.elem.mx/estgrp/1329 Por su intensa actividad comercial, su locación centralizada y su encanto, la región era, sin lugar a dudas, altamente rentable para un proyecto comercial de gran escala.
Fue durante los cincuenta que Ramón Torres y Héctor Velázquez identificaron cuatro lotes contiguos dentro de una manzana al sureste de la Zona Rosa, que colindaban con las calles de Londres, Génova y Liverpool que llamaron su atención. Éstos se encontraban próximos a la intersección de las avenidas Reforma e Insurgentes, misma que el arquitecto Mario Pani imaginó unos años atrás como el centro de la ciudad.1010 Graciela de Garay Arellano. 2000. Historia Oral De La Ciudad De México. México, D.F.: CONACULTA. Tenían gran potencial por su ubicación y superficie, pero, como los arquitectos lo apuntan, cada lote era poco rentable por sus proporciones “poco comerciales”: eran angostos y muy profundos.1111 Noelle, Louise. “Retrospectiva de la Obra de Ramón Torres” Arquitectura México, no. 117, 1978 p. 21. Frente a este dilema, Torres y Velázquez propusieron a los dueños fusionar estos terrenos, conservando la propiedad de cada uno, para construir un centro comercial que ocupara toda el área. Para integrar cada parcela en un conjunto arquitectónico homogéneo, los arquitectos proyectaron una serie de calles interiores que funcionaban como pasajes peatonales y se intersectaban en una plaza central en la que se emplazaría una jacaranda que fungiría como corazón del proyecto. Pese a lo arriesgado que sonaba la apuesta, Torres y Velázquez lograron convencer a los propietarios asegurando que al ser finalizada la obra, el precio por metro cuadrado en la zona aumentaría y sus predios incrementarían sustancialmente su valor económico.1212 Ibid.
Tras estudios del valor de terreno, rentabilidad de la zona, reglamentos vigentes de construcción y un profundo conocimiento tanto de los sistemas constructivos funcionalistas como del lenguaje moderno, los arquitectos desarrollaron el proyecto arquitectónico para el Centro Comercial Plaza Jacaranda conocido más adelante sólo como Pasaje Jacaranda. El conjunto fue completado en 1959 y su construcción marcó el inicio de esta tipología en la trama urbana del país pero el edificio fue indudablemente sui géneris. Compuesto en su núcleo por una estructura de concreto, el conjunto de un nivel se erigió en un desplante de aproximadamente 4,000 m2 y solucionó en su superficie un sistema dinámico de recorridos al aire libre y en espacio contenidos en distintos niveles.
Buscando abrir este pasaje comercial al paisaje inmediato, Torres y Velázquez liberaron el frente de los edificios y los habilitaron como parte de los recorridos peatonales. Para lograr esta permeabilidad, el proyecto contenía un estacionamiento en las cubiertas de los edificios, de manera que el automóvil nunca obstaculizaba el paso hacia los comercios y permitía deambular libremente a través de la plaza de una calle perimetral a otra. De esta forma, el transeúnte se convertía en el protagonista del proyecto, en la cara del conjunto, y el automóvil quedaba fuera de la vista, como si el mismo proyecto lo negara. Esto era inusual en un momento en el que el automóvil cobraba tanta importancia como producto de estatus, ocupando así una jerarquía considerable en los edificios de la época.
La sensación de apertura se lograba a nivel tectónico en la transparencia que los edificios mostraban. Era muy distinto a los grandes almacenes de principios de siglo en donde la actividad comercial se encerraba hacia adentro del edificio y quedaba inconexa del exterior. Claramente influenciado por la obra de Mies Van de Rohe como la Casa Farnsworth o el Crown Hall, obras que creaban una conexión unitaria con el exterior a través de fachadas de vidrio y espacios internos abiertos, las envolventes del Pasaje Jacaranda, hacían que los interiores quedaran expuestos hacia las circulaciones y el contexto urbano inmediato.
Esta solución plástica se logró utilizando piezas de vidrio inusualmente grandes y por tanto, fabricadas a medida, las cuales estaban divididas por un travesaño horizontal que coincidía con la parte superior de los accesos a los locales.1313 Gastón Guirao, Cristina (2016) «Sobre la pista de los fotógrafos de arquitectura en América Latina». En: Alcolea, R.A, Tárrago-Mingo, J., (eds.), en el Congreso internacional: Inter photo arch «»Interacciones «», celebrado en Pamplona, los días 2 al 4 de noviembre de 2016. Los paneles a su vez quedaban desplazados hacia el paño exterior de la estructura, acentuando así la continuidad en los paños acristalados y la percepción de profundidad hacia los interiores. Mediante estos grandes ventanales, todo lo que pasaba dentro de los locales, era —a menos de que los dueños colocaran cortinas u objetos para impedirlo— visible. La idea de los arquitectos era convertir a los cristales en telones hacia los interiores de los locales,1414 s/a. “Pasaje Jacarada”. Arquitectura México, no. 65, marzo 1959. permitiendo así que cada uno expresara libre y creativamente su individualidad y logrando una clara diferenciación entre cada comercio.
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Pese a la diversidad de vistas que contemplaba esta solución, el conjunto se resolvió armónicamente al limitar la intervención de los locales de las fachadas hacia adentro. Bajo este esquema, los dueños de los locales estaban obligados a poner cualquier anuncio comercial detrás de los vidrios y a colocar la rotulación de sus negocios en un parapeto macizo ubicado en los remates superiores. Las fachadas funcionaban como escaparates, reflejando los gustos predominantes y las modas de la época. Esta estrategia resulta afín al espíritu de la época, en donde era cada vez más importante desarrollar y expresar una identidad propia en términos de individuo.
El mismo paño que coronaba los comercios se extendía hacia arriba por delante también la losa para ocultar el estacionamiento elevado con capacidad de 150 unidades. De esta forma, el conjunto se leía como una unidad arquitectónica con clara diferenciación de cada uno de los distintos locales comerciales, compuesta por volúmenes acristalados, reflejantes y absorbentes a la luz, apenas enmarcados por una manguetería de aluminio anodizado. Los pasajes pavimentados con recinto, libres de construcciones u objetos que irrumpieran su linealidad, dramatizaban las perspectivas e invitaban a deambular libremente en un recorrido distinto al de un lugar de paso. Esto sugiere que, a nivel conceptual, el Pasaje Jacaranda consistía en generar vacíos en un sólido; el proyecto era en realidad el conjunto de recorridos que se formaba a partir de los volúmenes acristalados alineados y unidos entre sí.
Los treinta y dos locales comerciales se encontraban adosados a lo largo de las medianeras y alineados con la calle. Hacia sus interiores se aumentó el espacio utilizable y ofreció flexibilidad en términos de exposición y acomodo de mercancías a través de una matización de niveles: el acceso y la parte frontal se dispuso a la altura de la calle, la franja trasera se abría en dos alturas, una suprimida a -1.20 y otra que funcionaba como mezzanine a +1.20.
El Pasaje Jacaranda fue el primero por sus características: contaba con boutiques, áreas comunes, espacios gastronómicos y todo lo que hoy podría ser considerado como esencial dentro de un centro comercial. Muchos de los establecimientos comerciales jugaron un rol importante en dictar tendencias o promover un estilo de vida chic, funcionando como escenarios aspiracionales. Uno de sus locales más vistosos fue el café “Toulouse Lautrec”. Se cuenta que en sus mesas acompañadas de sombrillas coloridas de aluminio se reunían escritores y artistas se reunían y en ocasiones hacían activaciones públicas.1515 Carreño Figueras, José. 2013. «Zona Rosa, Mito Rescatado Por La Memoria». Excélsior. Entre los nombres que figuran en las anécdotas en torno al café se encuentran Mathias Goeritz, Carlos Monsiváis, José Luis Cuevas y Alejandro Jodorowsky. “El Carmel”, fue otro café con fuerte movimiento cultural, acogiendo a personajes como Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Huberto Batis.1616 Campos, Marco Antonio. «La Zona Rosa En Los Años Cincuenta Y Sesenta – Detalle De Estéticas Y Grupos – Enciclopedia De La Literatura En México – FLM – CONACULTA». 2018 Contaba con un vestíbulo acondicionado con mesas, un largo pasillo con revisteros y una vitrina-librero, y al fondo, un salón cuadrangular que remataba con una terraza hacia la calle de Londres. Famoso por su repostería austriaca, solían darse lecturas de poetas y escritores en el local y se llevaron a cabo exposiciones de los jóvenes artistas Lilia Carrillo, Pedro Coronel y Manuel Felguérez.1717 Ibid.
Los restaurantes eran de cocina internacional, entre los más destacados estuvieron “Le Bistrot” y “Alfredo”. El primero servía platillos típicos de la gastronomía francesa. Su decoración era Art Nouveau, y contaba con una gran terraza y un amplio salón interno. El segundo había sido reseñado por el New York Times como el mejor lugar para comida italiana en la ciudad.1818 Riding, Alan. “What’s doing in Mexico City”. New York Times, octubre 3 1982. En su terraza disponía unas mesas con unas sillas típicas de cabaret, por donde el propietario del restaurante, un inmigrante siciliano daba vueltas para charlar con sus comensales.
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El Pasaje Jacaranda contaba también con bares como “La Llave de Oro” en donde paseaban celebridades y personajes glamorosos de la época y centros nocturnos como el salón “2+2” o el “Jacarandas”, donde se llevaban a cabo bailes con orquestas y bandas en vivo.1919 Romero Gallardo, Sandra Irais. (2012). «Cambio de uso del suelo y sus repercusiones en la función urbana turística de la Zona Rosa, de 1950 a 2011». (Tesis de Licenciatura). Universidad Nacional Autónoma de México, México. Recuperado de https://repositorio.unam.mx/
contenidos/325582 Existían también galerías como “Oso Blanco”, dirigida por Álex Duval, que exhibía hacia la fachada obras de arte montadas en caballetes. Las mueblerías, joyerías y tiendas de ropa se volvieron muy importantes en el conjunto y sus propietarios decoraban hasta el más mínimo detalle sus escaparates. La gran mayoría de éstos exhibían prendas nacionales, en gran medida gracias al modelo de desarrollo de sustitución de importaciones implementado desde los años cuarenta, que había logrado darle vitalidad a la industria textil mexicana.2020 Guillén Romo, Héctor. 2013. » México: de la sustitución de importaciones al nuevo modelo económico». Comercio Exterior, Vol. 63, Núm. 4, Julio y Agosto de 2013. Entre estos locales se encontraba también la joyería del diseñador tapatío Ernesto Paulsen, quien buscando tener una cercanía con sus clientes, ubicó al frente del local su taller en donde podía vérsele trabajando y conviviendo con sus visitas. Bajo este esquema, se hizo rápidamente amigo de personalidades que recorrían el centro comercial, de usuarios frecuentes y de los mismos locatarios.2121 Mora Ojeda, Eloísa. “El diseño de Ernesto Paulsen Camba. Enunciación del modernismo en México” (tesis de posgrado, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010).
Por si su presencia dentro del imaginario urbano de la época no fuera suficiente, el Pasaje Jacaranda fue utilizado como locación en películas como “Las Dos Elenas” (1964), protagonizada por Julissa, dirigida por José Luis Ibáñez e inspirada en un cuento de Carlos Fuentes y “Jóvenes en la Zona Rosa” (1970), protagonizada por Alberto Vázquez y dirigida por Alfredo Zacarías, en donde se expone la vida cotidiana dentro del Pasaje junto con otros hitos de la Zona Rosa como el mural de Pocos Cocodrilos Locos de Mathias Goeritz (hoy destruido), las platerías de Los Castillo y el restaurante Konditori. Por otra parte, las publicaciones periódicas de arquitectura como Calli, Arquitectura México y Arquitectos de México, hablaban de cómo los locales buscaban generar un tipo de vínculo novedoso y atractivo con los peatones cuando describían al conjunto, enfatizando en la efectividad de su arquitectura en cuanto a la exhibición de artículos comerciales. Sumada a éstas, la revista Claudia dirigida a la mujer moderna hacía difusión sobre el Pasaje y su oferta comercial con frases como “Distinción en Vestidos Modernos”.
La nitidez constructiva del proyecto arquitectónico se vio reflejada en otras obras de los mismos arquitectos. Para el Comercio Studio, ubicado en Insurgentes Sur y construido en 1960, Torres y Velázquez reprodujeron la fachada de cristal del Pasaje en una nueva escala. El edificio mostraba al frente un local comercial y al fondo alojaba una franja de despachos distribuidos en tres plantas. La losa de cerramiento se escondía detrás de este paño, el cual volvía a formar un antepecho que contenía y ocultaba el estacionamiento en cubierta. La estructura y cancelería de nuevo quedaban retrasados y ponían al vidrio como un plano continuo pero ahora el sistema estructural presentaba mayor sofisticación por ser autoportante.
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El Pasaje Jacaranda tuvo su esplendor en los 60 y 70 y decayó de forma paulatina. La atmósfera avant-garde que lo caracterizó se fue desvaneciendo y local por local fue perdiendo fuerza hasta que todo el conjunto desapareció. Muchos atribuyen esta decadencia a la construcción del Sistema de Transporte Colectivo Metro en 1967, ya que este nuevo equipamiento trajo consigo ambulantaje y nuevos flujos en toda la colonia que ahuyentaron a los personajes llamativos y aspiracionales que convivían en el centro comercial, haciendo que la gente perdiera interés en el lugar.2222 Campos, Marco Antonio. «La Zona Rosa En Los Años Cincuenta Y Sesenta – Detalle De Estéticas Y Grupos – Enciclopedia De La Literatura En México – FLM – CONACULTA». 2018 José Joaquín Blanco menciona en una de sus crónicas:
“La inauguración del metro marca el fin de los sueños de la Zona Rosa. Todo se les ocurrió a sus diseñadores, hasta esa gran plaza sobre Insurgentes, que soñaron llena de boutiques y de refinados bares al aire libre, como en la Costa Azul, menos que se les fuera a venir encima toda la raza. Y se les vino pero fuerte, desde el principio.
La Zona Rosa quedó rápida, fácil y económicamente conectada por el metro a Pantitlán. La chamacada desempleada, con un vago aire entre pandillero y estudiantil, fue ocupando los rumbos exclusivos. Pronto nada, sino tal vez una mayor espesura de muchedumbre astrosa, distinguía en la noche esos rumbos alguna vez elegantes, de las turbias calles con cabaretuchos de la Colonia Obrera o de la Doctores. Muchas tiendas y restoranes huyeron, en estampida, a Polanco. Otros sobreviven, con menores ambiciones. Cundieron, como en el resto de la ciudad, la basura, los perros callejeros, los policías, los rateros, el comercio ambulante, los clanes de mendigos, los “chavos banda” y los “niños de la calle”.2323 Blanco, José Joaquín. 2005. Postales Trucadas. México, D.F.: Nexos Sociedad Ciencia y Literatura.
Por otro lado, la represión que se desató desde el 68, tanto nacionalmente, con el las protestas sociales y la subsecuente masacre de Tlatelolco, como internacionalmente con el movimiento de las Panteras Negras, el mayo francés y los movimientos estudiantiles en Brasil, Uruguay, Chile, Argentina y Colombia, provocó el desplazamiento y desaparición de espacios de encuentro y discurso público como podría haberlo sido el Pasaje Jacaranda. Posteriormente, con el temblor de 1985 muchos residentes y trabajadores de la Zona Rosa abandonaron la colonia debido a su suelo lacustre y optaron por mudarse a zonas con menor riesgo sísmico. Este desplazamiento masivo devaluó a la Zona Rosa y trajo consigo comercios y servicios completamente nuevos y distintos a los anteriores.
Tras su destrucción, los predios del Pasaje Jacaranda dieron paso a locales comerciales ajenos al espíritu del proyecto arquitectónico. Hoy se levantan en la huella que dejó el primer centro comercial, locales de cadenas transnacionales como Carls Jr. y KFC y franquicias de corporaciones como Círculo K, Líneas, Tacontento y Salón Corona. Un MixUp que queda a desnivel de la calle muestra quizás el único guiño a lo que alguna vez fue el Pasaje Jacaranda y uno de los pocos fragmentos de los pasajes que no fue invadido por alguna construcción, ocupa ahora (paradójicamente) el lugar de un estacionamiento. Hoy es difícil rastrear esta obra arquitectónica in-situ ya que ni si quiera se conservan vestigios de los edificios. El Pasaje Jacaranda se borró por completo del paisaje urbano.
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Si pensamos que la Ciudad de México es un caleidoscopio cuyas caras van cambiando, lo que le siguió los pasos a este primer centro comercial, en efecto presentó nuevas formas al tomar un rumbo arquitectónico distinto. Aparecieron a finales de los sesenta Plaza Universidad (1969) y Plaza Satélite (1971) como resultado de la asociación entre desarrolladores inmobiliarios y tiendas departamentales especializadas. Desde mediados de los cincuenta se optó por descongestionar el Centro Histórico reubicando ciertos usos a otras partes de la ciudad (por ejemplo, los edificios de la Universidad Nacional a Ciudad Universitaria o los edificios culturales al bosque de Chapultepec). Para los setentas la ciudad crecía exponencialmente y la densidad poblacional en el centro de la ciudad no permitía la creación de grandes centros comerciales. Paulatinamente se despejó el primer cuadro de la ciudad para reubicar actividades comerciales en regiones periféricas que ofrecían superficies mucho mayores y la posibilidad de crecer verticalmente, acercándose así al ideal norteamericano. A diferencia del Pasaje Jacaranda, en estas colonias el contexto urbano estaba apenas desarrollándose. Ambos centros comerciales mencionados, diseñados por Juan Sordo Madaleno, se colocaron en avenidas primarias que facilitaban la conectividad vías de alto flujo vehicular por lo que su arquitectura cerraba sus fachadas perimetrales y desarrollaba recorridos internamente a través de amplios andadores. Los edificios aumentaron considerablemente en tamaño y altura, asignando una amplia porción de sus terrenos para áreas de estacionamiento, que daban cierta exclusividad a sectores que disponían de automóvil; las unidades comerciales se redujeron en tamaño y se establecieron tiendas ancla como Sears y Sanborns.
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Desde mediados de la década de los ochenta hasta finales de los noventa se diversificaron los centros comerciales bajo esquemas que integraron productos y servicios básicos con servicios especializados y amenidades como las salas multicine. Gran parte de esta oferta provenía de cadenas locales y transnacionales con una estética propia que debía trasplantarse al local que ocupara. Las mercancías adoptaron nuevas cargas simbólicas y las actividades de ocio y entretenimiento se encapsularon dentro de nuevos edificios cuya relación con las colindancias ya no era importante. Si el Pasaje Jacaranda había roto con los espacios cerrados de los grandes almacenes, los centros comerciales posteriores se volvieron a encerrar en sí mismos. En los años subsiguientes, cada establecimiento que surgió y logró imponerse como favorito de los consumidores, y simultáneamente como símbolo de la vida social de la época. Cada caso nuevo desplazó al polo de atracción que lo antecedió, repitiendo el mismo itinerario que el Pasaje Jacaranda cursó desde su concepción hasta su sustitución por nuevos equipamientos.
- 1 Lozada León, Guadalupe. "¿Cuál Fue La Primera Tienda Departamental En México?". 2021. Relatos E Historias En México. https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/cual-fue-la-primera-tienda-departamental-en-mexico.
- 2 Lash, Scott, and John Urry. 1998. Economías De Signos Y Espacios. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- 3 Gasca-Zamora, José. 2017. "Centros Comerciales De La Ciudad De México: El Ascenso De Los Negocios Inmobiliarios Orientados Al Consumo". EURE (Santiago) 43 (130): 73-96. doi:10.4067/s0250-71612017000300073.
- 4 Héctor Velázquez Moreno (1922 – 2006) y Ramón Torres Martínez (1924 – 2008) formaron Torres y Velázquez Arquitectos y Asociados en 1954, trabajando en sociedad por más de cuatro décadas.
- 5 Existen varias teorías sobre el origen del nombre de la colonia. Una de las más sonadas menciona que el pintor mexicano José Luis Cuevas la describió así porque era roja durante la noche, y blanca durante el día. Por otro lado, se menciona que el artista Vicente Leñero la había bautizado así porque porque era “demasiado tímida para ser roja y demasiado atrevida para ser blanca”. Otras fuentes sostienen que el nombre proviene de “La Región más Transparente” de Carlos Fuentes, en donde el autor menciona que los edificios de la colonia estaban pintados de color rosa. Finalmente, hay versiones que dicen que el nombre fue una manera de suavizar el término “zona roja” con el que era conocida inicialmente.
- 6 Strukelj, Pedro. “Fachada y variación formal. Análisis de la obra de Ramón Torres y Héctor Velázquez”. Bitácora, no. 14, 2005, p. 60
- 7 Blanco, José Joaquín. 2005. Postales Trucadas. México, D.F.: Nexos Sociedad Ciencia y Literatura.
- 8 Villasana, Carlos Gómez, Ruth. “Antes de que hubiera centros comerciales”. El Universal, septiembre 2 2017.
- 9 Campos, Marco Antonio. "La Zona Rosa En Los Años Cincuenta Y Sesenta - Detalle De Estéticas Y Grupos - Enciclopedia De La Literatura En México - FLM - CONACULTA". 2018. http://www.elem.mx/estgrp/1329
- 10 Graciela de Garay Arellano. 2000. Historia Oral De La Ciudad De México. México, D.F.: CONACULTA.
- 11 Noelle, Louise. “Retrospectiva de la Obra de Ramón Torres” Arquitectura México, no. 117, 1978 p. 21.
- 12 Ibid.
- 13 Gastón Guirao, Cristina (2016) "Sobre la pista de los fotógrafos de arquitectura en América Latina". En: Alcolea, R.A, Tárrago-Mingo, J., (eds.), en el Congreso internacional: Inter photo arch ""Interacciones ``'', celebrado en Pamplona, los días 2 al 4 de noviembre de 2016.
- 14 s/a. “Pasaje Jacarada”. Arquitectura México, no. 65, marzo 1959.
- 15 Carreño Figueras, José. 2013. "Zona Rosa, Mito Rescatado Por La Memoria". Excélsior.
- 16 Campos, Marco Antonio. "La Zona Rosa En Los Años Cincuenta Y Sesenta - Detalle De Estéticas Y Grupos - Enciclopedia De La Literatura En México - FLM - CONACULTA". 2018
- 17 Ibid.
- 18 Riding, Alan. “What’s doing in Mexico City”. New York Times, octubre 3 1982.
- 19 Romero Gallardo, Sandra Irais. (2012). "Cambio de uso del suelo y sus repercusiones en la función urbana turística de la Zona Rosa, de 1950 a 2011". (Tesis de Licenciatura). Universidad Nacional Autónoma de México, México. Recuperado de https://repositorio.unam.mx/ contenidos/325582
- 20 Guillén Romo, Héctor. 2013. " México: de la sustitución de importaciones al nuevo modelo económico". Comercio Exterior, Vol. 63, Núm. 4, Julio y Agosto de 2013.
- 21 Mora Ojeda, Eloísa. “El diseño de Ernesto Paulsen Camba. Enunciación del modernismo en México” (tesis de posgrado, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010).
- 22 Campos, Marco Antonio. "La Zona Rosa En Los Años Cincuenta Y Sesenta - Detalle De Estéticas Y Grupos - Enciclopedia De La Literatura En México - FLM - CONACULTA". 2018
- 23 Blanco, José Joaquín. 2005. Postales Trucadas. México, D.F.: Nexos Sociedad Ciencia y Literatura.
Pasaje Jacaranda
* Ponencia
¤ Caleidoscopio: Moda e identidad
¬ Museo Universitario del Chopo
∞ abril 2021
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