Durante décadas, el dominio del espacio aéreo ha sido una estrategia clave para el control territorial. Al extender el campo visual a lo largo y ancho de regiones enteras se garantizó el éxito de cientos de operaciones militares que se gestaron desde el siglo pasado. Asimismo, la facultad de identificar zonas capitalizables al volar sobre ciudades que estaban formándose permitió a empresas inmobiliarias acrecentar su imperio comercial. Fue así como durante varios años los registros visuales desde el aire estuvieron reservados para uso exclusivo entre sus propietarios, quienes los usaban principalmente para adentrarse en nuevas regiones y apoderarse de ellas.
El desarrollo de nuevas tecnologías aerodinámicas trajo consigo la posibilidad de volar aeronaves sin la necesidad de un piloto humano. Para inicios del siglo XXI, los drones se convirtieron en un producto asequible y distribuido en masa, por lo que documentar desde el cielo pasó a ser una posibilidad abierta a quien fuese. A través de señales enviadas por control remoto, los usuarios podían introducirse a zonas específicas, explorarlas desde el aire y enmarcar paisajes determinados, fungiendo simultáneamente como pilotos y como camarógrafos.
Raúl Medina opera desde esta modalidad como forma de (contra)invasión. El dron se convierte en una extensión de su mirada e invade el espacio aéreo para capturar paisajes —familiares y desconocidos— y revelarlos en nuevas configuraciones. Al acercarse a sus objetivos cenitalmente, Medina crea composiciones sinópticas, en donde se observan elementos naturales y construidos relacionados entre sí. Cada registro rompe con la tridimensionalidad de los volúmenes retratados al mostrar únicamente las caras con los que estos rematan, generando un mosaico de cubiertas vistas en superficie, texturas de suelos, topografías, oquedades y variaciones cromáticas.
Al aplanar sus encuadres, Medina convierte los escenarios que registra en geometrías y degradados ambiguos, jugando con un umbral de abstracción en donde el espectador logra identificar el contenido de las imágenes al acercarse y enfocar el ojo. La elección de este ángulo remite al lenguaje de las plantas arquitectónicas, cuya representación en plano permite ver un espacio integralmente y asociar sus elementos en conjunto.
La serie presentada aquí está compuesta por Aérea 22 y Aérea 6, dos paisajes de una megalópolis inminentemente entrópica que están atestiguando distintas formas de erosión. El primero muestra la Central de Abastos, el principal centro de comercio en la Ciudad de México en un evento impredecible: dos cubiertas del edificio recién desprendidas a causa de una fuerte granizada. Aquí, un fenómeno meteorológico pone al desnudo las estrategias de ocupación espacial de los comerciantes y las respuestas inmediatas de refugio frente a una catástrofe natural. El segundo muestra el Viaducto Miguel Alemán, vía rápida que atraviesa el centro de la Ciudad de México en un evento predecible: la hora pico del tráfico vehicular. Este momento pone en evidencia el metabolismo de la urbe; el flujo constante y abundante de automóviles a distintas velocidades refleja la maquinaria que pone a la ciudad en marcha, al mismo tiempo que denuncia a un sistema urbano en constante degradación ambiental al punto del colapso. La contemplación de estas dos piezas deja entrever los elementos estáticos de paisajes urbanos frente a la huella de los agentes que participan en transformarlos, recordándonos así el carácter efímero de los territorios que habitamos.
Aérea
* Exposición individual
+ Raúl Medina
¤ Kino (SWAB)
¬ Pabellón italiano, Barcelona
∞ marzo 2021